Esta semana hemos decidido dedicar nuestro post a los girasoles, conocidos en algunos países con el nombre de mirasoles. Los girasoles son flores originarias del continente americano, como las alstroemerias, principalmente de Norteamérica y Centroamérica. En muchas de las culturas prehispánicas el girasol era un símbolo del Sol, una deidad muy importante para los aztecas y otomíes. Sin embargo fue hasta después de la conquista y la creación de la Nueva España, allá por el siglo XVI que muchas figuras de oro en forma de girasol y sus semillas fueron llevadas a Europa por los españoles, extendiendo su cultivo a prácticamente todo el mundo.
Su nombre científico es “helianthus annus” y proviene delgriego “helios” que significa sol, “anthos” que significa flor y del latín “annus” que significa año. Es una planta de crecimiento anual, que gira según la posición del sol (o la luz) cuando aún es joven, una vez que madura ya no gira y permanece en una posición fija hacia arriba.
El girasol contiene en sus semillas hasta 58% de aceite que es utilizado para cocinar; estas semillas también conocidas como “pipas” son comestibles y pueden prepararse para confitería o tostadas con sal. Su tallo es empleado en forma de té para aliviar dolor de cabeza y reumáticos, a veces también para resfriados y algunos trastornos nerviosos. Se ha descubierto que sus raíces tienen la capacidad de absorber metales pesados de la tierra como el plomo, de ahí que fueran utilizadas para limpiar el terreno próximo a la central nuclear de Chernobyl luego de que ésta explotara.
El girasol ornamental tiene diversos significados entre las culturas. Para algunos es una promesa de calor, poder y alimento; para otros el movimiento que realiza mientras sigue el recorrido del sol simboliza una profunda lealtad y constancia. En China el girasol es símbolo de longevidad. Para los indígenas de Norteamérica las semillas eran un alimento sagrado y se colocaban en recipientes dentro de las tumbas para que les sirvieran de alimento en su viaje después de la muerte. Los incas portaban en sus ceremonias discos de girasol hechos de oro y colocaban en los templos imágenes de girasol hechas en oro también.
El girasol es una flor tan particular que el famoso pintor holandés Vincent van Gohg le dedicó una serie de siete cuadros al óleo, que actualmente se encuentran expuestos en diversos museos a lo largo del mundo, y cuyo valor por pieza ha superado los 39 millones de dólares.
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